Durante
toda su historia, la Iglesia Católica ha sufrido varios tropiezos de los
cuales ha sabido levantarse. La piedra
que hoy la hace caer, ya no viene de los fieles-infieles, de falsas calumnias o
enfermedades. Hoy, la crisis que intenta desmoronar a la Iglesia Católica,
viene desde dentro.
Los abusos sexuales cometidos por
miembros eclesiásticos, han despertado la desconfianza de los fieles y de
jóvenes que aún no tienen clara su postura frente a la fe. Es cierto que la
iglesia está compuesta por hombres. Hombres que se equivocan y erran como todos
los seres humanos, pero al ser estos miembros de algo más grande que sí mismos,
tienen en sus espaldas una responsabilidad mayor que el de responder a sus
propias conciencias. Como asegura Benedicto XVI:” Los casos de abuso en el
ámbito eclesial son más graves que en otros ámbitos. Quien tiene una
consagración más elevada tiene que
satisfacer también exigencias más altas“. (p.16)
Los miembros del clero, son la cara
visible del Dios católico en la Tierra. Son los pregoneros de la fe, que guían
con su ejemplo a miles de almas que flotan en busca de consuelo y de luz en sus
caminos. Sin embargo, éstas se encuentran de frente con realidades como la de
los abusos sexuales a menores. Cabe entonces preguntarse: ¿Qué es lo que esta
mal? ¿Dónde esta el problema?
La respuesta, me parece, se remonta
siglos atrás. Entre los años 300 y 324 se realizó uno de los primeros
concilios, conocido como el Concilio de Elvira. En éste algunas leyes
comenzaron a exigir el celibato. Existen otras historias que hablan de
problemas ocurridos durante la época feudal. Algunas cuentan que muchos hombres
salían a buscar tierras y pelear en guerras, dejando a sus mujeres solas. Al volver
al hogar, se encontraban con sus mujeres embarazadas o con hijos que no eran
suyos. Los padres de estos niños eran la mayoría de las veces sacerdotes. Por
esta razón, los hombres comenzaron a ponerles a las mujeres cinturones de
castidad y al partir se llevaban consigo la llave. Cientos de mujeres murieron
por razones de higiene. La iglesia por su parte, viendo los comportamientos del
clero decidió tomar medidas. Así entre 1545 y 1563, en el Concilio de Trento, se estableció de manera definitiva el celibato.
Varias razones hay para esta ley, no sólo la antes mencionada. Una de ellas es,
por ejemplo, que dicha medida surgió en respuesta a la reforma protestante, que
permitía el matrimonio e incluso lo promovía.
Dios, dice
la Biblia, nos creó a su imagen y semejanza. Dios, creó al hombre y luego de su
costilla creó también a la mujer. Dios, es amor. El hombre y la mujer están
físicamente hechos para encajar, para unirse el uno con el otro y crear así la
vida. ¿En qué parte de la historia se le prohíbe al hombre estar con la mujer?
Creo que los abusos cometidos por miembros de la Iglesia Católica son una
respuesta a este desencaje del puzzle de Dios. El hombre es un ser sexual, que
si vive reprimiendo sus impulsos éstos en algún momento van a explotar,
rompiendo consigo cuanto este a su alcance. Benedicto XVI al referirse a los
abusos sexuales propone esta metáfora: “Realmente ha sido casi como el cráter
de un volcán, del que de pronto salió
una nube de inmundicia que todo lo oscureció y ensució, de modo que el sacerdocio,
sobre todo, apareció de pronto como un lugar de vergüenza, y cada sacerdote se
vio bajo la sospecha de ser también así.”(p. 15)
¿Cómo es
posible que un Dios que nos ama, nos niegue al amor? Los sacerdotes hacen un
voto de castidad, y prometen amar solo a Dios, pero creo que cabe preguntarse:
¿Por qué el amar a Dios, no deja espacio para amar a una mujer o a un hombre en
el caso de las monjas? Son humanos, quienes han escrito las sagradas escrituras
y han reescrito e interpretado la palabra de Dios, también pueden equivocarse.
Creo que nunca es tarde para volver a cuestionarse ciertos dogmas que están
instalados, ciertas verdades rígidas que pueden ser las causantes de una
erupción volcánica que oscurezca nuestra tierra.
Durante
siglos, sacerdotes y monjas han renunciado al amor carnal, al amor pasional
entre un hombre y una mujer, ese amor que da como fruto un hijo, una hija. Sin
embargo, son ellos mismos los que bendicen el matrimonio y hablan sobre él,
pero… ¿No se han casado? ¿Cómo hablan del matrimonio sin haberlo vivido? El
amor, es más que la teoría. El amor es todos los días, es peleas y gritos, es
abrazos, es sentir en el otro que te devuelven la mitad que perdiste una vez,
tu complemento. De ese amor inmenso nace un ser, que vive, que ríe y al cual
miles de padres llevan a la iglesia y los dejan en las manos de sacerdotes en
quienes confían. Pero hoy, hoy cuesta seguir confiando.
Benedicto XVI
en el libro “Luz del mundo”, comenta: “Es un pecado especialmente grave que alguien
que, en realidad, debe ayudar a los
hombres a llegar a Dios, alguien a quien un niño, un joven se confía para encontrar
al Señor, en lugar de ello abuse de él y así lo aleje del Señor. De ese modo, la fe en cuanto tal pierde
credibilidad, la Iglesia no puede presentarse más de forma creíble como
mensajera del Señor. (p. 16)
Dios es amor, un niño es amor, un
hombre y una mujer se aman. Un hombre de fe, que ama a Dios y que llega a
cometer un abuso sexual, puede ser simplemente que necesite a su lado la
costilla que le falta.